TODO Y NADA

 

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Regresé hace pocos días de una experiencia transformadora. Fui con una gran amiga al SAT2. Y digo transformadora porque cambió mi percepción de ver mi vida.

Conocí acerca de mi personalidad, de mis demonios y de mis máscaras. Aparte de conocer los mandatos familiares para escoger una pareja.

En estos momentos me doy cuenta que mucha de la felicidad y dolor que he tenido ha sido una fantasía. Una ilusión.

El dolor que creí que sentía sólo era pura neurosis. Ver demonios donde no había y escogí mi infierno personal con los demonios incluidos. Mis demonios: el miedo al dolor, la exigencia, la negación, la voracidad y especialmente el abandono y el rechazo. Todo esto aderezado con una máscara de falsedad.

Fue muy duro  ver que la falsedad me vende la idea que la gente me va a aceptar y me va a querer. Cuando en realidad me paga con dolor y miedo. Creí que era miedoso, inseguro, tímido y débil. Me doy cuenta que si me lo propongo soy todo esto y todo lo demás que puede haber como defectos. Me han servido para vivir en mi infierno, para evitar realizarme y ser la víctima de mi propia máscara. Las personas no ven esa parte, ya que soy muchas cosas más que eso. Soy todo y nada. Y puedo experimentar en ser todo y nada a la vez.

Soy auténtico, ecuánime, amigable, comprensivo, compasivo, amoroso, cariñoso, preocupado, honesto, sobrio, humilde y feliz. Sé bailar, algo que me daba mucho miedo ya que personas que quería mucho me decían que bailaba ridículamente y torpe. No es así. Si me lo propongo puedo ser esto y todo lo anterior.

Tuve momentos de mucho dolor, vergüenza, confusión, aletargamiento, negación, juicio y cansancio. Pero no hay forma de llegar a la felicidad sino es atravesando el dolor y la aceptación de lo que hay. No de lo que creo que hay, o de lo que me gustaría que hubiera.

Atravesé la envidia, la gula espiritual, la lujuria, la vanidad, el miedo, la ira, el orgullo, la pereza y la avaricia personal.

Tengo un lado muy  5 que me hace encerrarme en mi castillo bajo de energías para no tener que salir de ahí. Conocer de todo para una posible catástrofe personal. Y me retraigo, me aíslo y no confío. La desconfianza y el miedo se apoderaron de mucha de mi vida. El enojo y la rabia me sirvieron para atacar y al mismo tiempo defenderme de una posible traición, de la deslealtad y las mentiras.

Mi lado 3 falso como un billete de 3 pesos. Autoengaño, mostrando una cara que no es, viendo que lo que creo ser no existe y que detrás de eso hay mucha porquería. Mi niño interior solitario y herido creó esa fantasía para tomar fuerzas de donde no las había. Ya no la necesito más.

Veo todas las posibilidades del ser. Darme cuenta que puedo ser todo. Y des identificarme para luego no ser nada y abrir todas las posibilidades de nuevo. He estado aferrado a muchas de las cosas de lo que creo mi personalidad. Mi ego. Mis mil máscaras con demonios incluidos listos para dar una proyección de mis deseos y miedos.

Toqué la felicidad. Me doy cuenta que soy feliz. Que sólo basta tomar partes de mí y de las posibilidades que ofrece la vida como defectos o cualidades para afrontar la vida. Yo incluso, no diría que hay defectos y cualidades sino características. ¿Por qué no sentir orgullo cuando me siento mal por dentro y la gente me ataca? ¿Por qué no sentir envidia si me sirve para compararme y salir adelante? ¿Por qué no ser vanidoso si me impide dejarme? Muchas de ellas son bajas pasiones, o también defensas personales.

Las virtudes como serenidad, humildad, autenticidad, ecuanimidad, valentía, valor, serenidad, inocencia y acción me sirven para trascender en mí. Salir adelante. Ser mejor.

Ahora no soy mejor ni peor que nadie. No soy nada. Lo soy todo. El miedo se difumina en el lienzo de la vida. Y yo como pinceladas en el lienzo voy tomando tonalidades diversas. La obra no se termina hasta que se termina. Así de sencillo. Me encantaría darme cuenta de esa obra, de las pinceladas y la emoción que da el sentirme en equilibrio con lo que me regala esta grandiosa obra.

Y lo que más me encanta de todo… Que tengo personas maravillosas como mi familia y amigos que han estado ahí. Que siguen estando y que al final del día me demuestran lo grandiosos que son, y que me dejan ser como yo quiero ser. Por qué a fin de cuentas lo que tengo de Amor es para compartir con ellos y conmigo mismo.

Gracias a todo… y gracias al dolor que me hace ver que el ser sabe mejor después de atravesarlo.

Imgen:http://www.aevea.es/blog/cuando-todo-vale-y-nada-sirve/

EL DULCE TORMENTO DEL ANHELO

anhelo

Remontándome al pasado visualizo una infancia en donde he perdido el amor, mi dignidad y el amor por mí varias veces; y así sucesivamente hasta el día de hoy.

 Mi vida está llena de pérdidas. Pérdidas materiales, emocionales, afectivas y espirituales; pero muy especialmente pérdidas internas como seguridad y confianza. El día de hoy salgo de una crisis. Estoy viendo facetas de mí que me aterran y me entristecen. He estado inmerso en la valuación de los daños y no me he centrado en el autoconocimiento.

 Mi vida se basa en el amor. Algunos dirían que es especialmente interesante y sano basarlo en hacerlo todo en base al amor, pero yo baso mi felicidad en el amor romántico y se vuelve como una bruma espesa que no me deja ver mi horizonte.

Siempre he tenido la impresión de que estoy en un entrenamiento constante para conocer a la persona correcta que me haga sentir especial, interesante, deseado y único en el mundo. Creo que nunca llega y le pongo pretextos, defectos y rechazos a lo que tengo. Todo esto lo he basado en mi infancia y mi pasado. Como si tuviera un dulce tormento en la tragedia de mi vida. Me siento especial por haber sufrido tanto y haber salido adelante. La falta de comprensión de lo que he vivido por parte de mis seres queridos me ha causado mucho enojo e ira. Por esa razón el sentirme incomprendido y no escuchado me hace sentir intensamente iracundo. ¿Cómo no me comprenden, si yo he vivido lo peor y me he llevado los mayores golpes?

 Si soy honesto conmigo podría decir que si he sufrido mucho y sigo teniendo muchos golpes emocionales, afectivos, amorosos y materiales. Pero eso no es pretexto para no ver lo que estoy viviendo. Tiendo a centrarme en los errores del pasado y grabarlos en piedra para que no se olviden. Toda mi energía se gasta en evaluar, reflexionar, aprender, analizar y comprender mi pasado. No me puedo comprometer con mi presente. Con lo que siento aquí y ahora. Los errores del pasado se acumulan en mi mente para castigarme y reprocharme lo mal que lo he hecho.

 Me cuesta trabajo centrarme en mi presente. Como si no tuviera suficiente dolor en mi pasado para acumular más el día de hoy. La intensidad de sentimientos se desborda por momentos, por lo que he aprendido a bloquearlos para irme con precaución y aprender de ellos pero hoy me confunden por no sentirlos con la intensidad de siempre. Como si mi única luz fuera el sentir y al no tenerla camino en tinieblas por un túnel de varios senderos del que no sé cuál dirección tomar.

 Como escribió Truman Capote en el prefacio de Música para camaleones: “Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse”. Así estoy yo. Con el don de sentir, identificar en los demás y la capacidad de ayuda hacia los demás. Mi látigo el hacerlo compulsivamente hasta el grado de ver el mínimo detalle, desmenuzarlo, digerirlo y excretarlo para observarlo todo el tiempo poniéndolo en una vitrina de desechos como trofeo. Ese es mi látigo y me autoflagelo todo el tiempo con lo mismo. El exigirme la comprensión y la ayuda por los demás me evita vivir feliz.

 Puedo llegar a ser una persona demasiado exigente, amenazadora e intensa. Pero mi intensidad me hace amar con llamaradas intensas, entregarme sin límite y hacer de lo cotidiano una historia digna de película.

 Mis mayores miedos son el rechazo, el abandono y la incomprensión. Estoy lidiando en este momento con mis mayores miedos. Me desestabiliza y aterra el saber que esos miedos son fruto de una ira incontrolada por la exigencia hacia mí mismo de no ser lo suficientemente digno para ser amado. Necesito sentirme en un marco de amor, protección y seguridad para poderlo aceptar. Respetarme, darme lo que necesito y estar en un ambiente seguro es lo que me ayuda a poder enfrentar mis miedos.

 Tiendo a rechazar, alejar y abandonar para que no me lo hagan a mí. Completamente egocéntrico. Huyo del amor y de la felicidad porque me cuesta creer que soy una persona digna para sentir el amor. Por eso me vuelco en mi voracidad de dar para poder recibir lo que me «falta». Lo que recibo no es suficiente y quiero más. Como si fuera una necesidad de llenar las baterías completas para la posterior falta de energía. Nada es suficiente. Nunca es suficiente. No soy suficiente.

El dulce tormento del anhelo. Anhelo de ser mejor, de tener el amor perfecto, de ser perfecto para el amor, de ser capaz y de ser feliz. Todo en tiempos erróneos: pasado o futuro.

 Me han dado una gran lección durante estos días. El hablar con mi amigo Willardo me hizo reflexionar que estoy enojado con mi pasado y que no me estoy viendo, incluso cuando me justifiqué que si lo estaba viendo. Posteriormente me encuentro con un libro acerca de mi eneatipo que me golpea con fuerza para hacerme ver lo que expuse anteriormente. Me taladran sus palabras así como las de Pako.

 Me duele el acordarme de que no me doy cuenta de lo que tengo, de lo que no valoro, de lo que me alejo, de lo que rechazo, de lo que me enoja, pero especialmente de lo que dejo de hacer.

 Me quiero centrar en mi presente. Mi anhelo cambia por el presente para volverlo realidad. ¡Que ironía! La palabra anhelo me ha seguido durante un año. Me ha dado muchas cosas en todos los sentidos y hoy la valoro. Anhelo de sentirme amado en el presente, de ser capaz, de amar y de ser feliz. Lo quiero convertir en el día de hoy. No sé si lo lograré todos los días, pero tengo una melancolía por hacerlo.

 El dulce tormento del anhelo se convierte en una simple felicidad presente. Sin adornos. Dejando la ira por un lado para evaluarla de la manera adecuada. Viendo mi presente desaparece mi angustia y la ira disminuye.

 Ya no quiero tener miedo de no sentirme suficiente. Ya no quiero desear más, tengo que aprender a ser feliz con lo que tengo. Pedir lo que necesito desde el punto presente y no desde el deseo exigente de la perfección.

 Me abro a recibir lo que me entrega la vida. Ya he recibido demasiados golpes y no voy a permitir recibir más. No voy a permitir que me hagan daño, no voy a recoger migajas de amor del piso y me permitiré pedir lo que necesito en el momento justo. Voy a confiar en lo que sienten por mí y lo que siento yo por los demás. Me haré comprender. No voy a rechazarme ni rechazaré a los demás, ya que el éxito depende de mi forma de ver y de vivir, no del anhelo constante a lo que vendrá o lo que tuve.

 Dejaré el dulce tormento del anhelo. Hoy se convierte en presente y en realidad constante. Conciencia continua.

 Imagen: http://historiasdeunalmanonima.blogspot.mx/2010/10/anhelo.html