Este fin de semana tuve una experiencia renovadora. Comencé una nueva etapa de mi vida, en la que quiero poner todo mi empeño y dedicación, pero especialmente conmigo mismo.
Me encontré con un grupo de personas que la vida las puso en mi camino en el momento justo. Un mosaico de seres con diferentes personalidades. Es increíble lo que pude aprender este fin de semana acerca de cada uno de ellos. La convivencia, la empatía, la energía unida con un mismo fin: el aprendizaje de cómo ser mejores personas y para mí me queda claro que también aprender amar la vida.
La energía intercambiada con cada ser me enseñó algo, me confrontó, me vibró y sacudió en instantes quedando la lección en mi cabeza. En un momento todas esas lecciones me resonaron hasta que por fin pude aprenderlas.
Lo que aprendí de cada uno que me aportó y fueron mis maestros durante estos días fue que el amor es un lugar seguro. Mis maestros me enseñaron a ver mis debilidades, mis miedos, mis culpas, mis cualidades, mi personalidad y mi ser interior. Como si hubiera permeado cada momento de la vida de cada uno en mí mismo, para procesarlo y digerirlo con el único fin de obtener el resultado de integrar todo ese conocimiento adquirido en mi propia personalidad. Fusionarme con las experiencias, con los miedos, con las debilidades, con los pensamientos, con las emociones y hacerlas mías para verme como un reflejo nítido de un ser que está escondido en mi interior, o por lo menos que no veía.
Aprendí que tengo una personalidad. Buena o mala, no importa. Lo que importa es lo que veo, lo que quiero digerir, aprender, modificar, asimilar, potencializar. Me dí cuenta que muchas veces el miedo se apodera de mí para impedir verme y así quedarme como estoy porque es más seguro y más fácil que sentir dolor o sufrir. Pero lo que he aprendido durante todo el trayecto de mi vida es que si no sufro no aprendo, no crezco y me quedo ahogado en el lodo sacando la cabeza para tomar aire sin ver mi ser. Sólo la cabeza que piensa, sin el resto del cuerpo que siente y vibra.
Mi lección es que aprendí que todo lo que puede mover mis emociones es en base al amor. El amor de aceptar mis defectos, de recibir lecciones, de afrontar problemas, de reír, de llorar, de abrazar, de empatizar y de sentir.
Fue una lección dolorosa, pero provechosa. Aprendí que el amor lo puedo recibir sin miedo, incluso del creador; y lo más importante de mí mismo. He conocido el verdadero significado del Amor Incondicional. El amarme conociéndome sin rechazar ninguno de los aspectos desagradables. Sé que sólo saqué un dedo del lodo, pero lo que si me queda claro que sigue una mano, el brazo y al final todo el cuerpo. Porque me quiero ver liberado y tal como soy.
Esto es un agradecimiento y un reconocimiento a la vida, ya que durante la etapa del despertar a la realidad y a la conciencia me he encontrado personas muy valiosas. Gracias a todos. A mis hermanos que veo a diario, a los que casi no veo, a los que acabo de conocer. Gracias por ser mis maestros. Aprendo la lección. Agradece. Ama. Disfruta. Vive. Vibra…. Y finalmente…. ¡¡¡Despierta a la vida!!!