Erase una vez un caballero con armadura que vivía en un pueblo con muchos enemigos. Había vivido una vida muy dura, provocada de la violencia de la época. De pequeño siempre estaban ausentes sus padres, por lo que tenía que defender a su pequeña hermana de todas las personas que le pudieran hacer daño.
De pequeño era muy valiente, afrontaba todos los problemas e incluso no le tenía miedo a los animales, pero en cuanto fue creciendo le comenzaron a dar miedo los depredadores, los peligros y especialmente le daba miedo que le hicieran daño a sus seres queridos, por lo que comenzó desde pequeño a diseñar una armadura con la que pudiera enfrentar todos los peligros y no le hicieran daño. Su cuerpo lo consideraba frágil, por lo que no le gustaba moverse mucho y evitaba a toda costa cualquier ejercicio, pero el simple hecho de llevar la armadura le formó un cuerpo que podría resistir su peso y su dureza.
Se acostumbró siempre a sentir dolor, a cargar esa armadura y a volverse invisible para los demás porque siempre estaba oculto detrás del acero. Un día vió a una niña que parecía muñeca fea. Le llamó mucho la atención la fragilidad y la dureza al mismo tiempo en los rasgos de la niña, pero especialmente se fijó en la tristeza reflejada en su rostro. Se impresionó.
Se dió cuenta que toda su vida estaba defendiendo algo. A su familia, lo que pensaba, lo que sentía, lo que creía. Al ver ese rostro se notó que era el reflejo de lo que sentía pero no podía verse la cara porque la tenía oculta detrás de su propia coraza, no podía sentir su cuerpo real, su piel, sus músculos y muy especialmente su corazón.
Ocultó siempre su corazón detrás de la armadura formada por tristeza, enojo y coraje para luchar. Siempre se sentía frágil por eso no se quitaba la armadura. Y al ver a la niña se dió cuenta que era frágil, que estaba triste, pero que tenía todo el valor para luchar contra lo que fuese. Comenzó una danza dentro de él que comenzó con pasos firmes para quitarse la armadura, se dió cuenta que era como esa niña que parecía muñeca fea y que tenía la expresión de tristeza en su cara. Y comenzó una transformación desesperadamente hermosa. Se dió cuenta que nadie lo reconocía. Nadie sabía quien era y que a nadie le importaba.
No le dolió, sino que le dió seguridad para comenzar a ser él mismo. Sintió un caos desesperado dentro de él. Comenzó a ocultarse, a ponerse a la defensiva, a buscar peligros y a orillarse. Todo el pueblo estaba haciendo sus cosas, había tumulto, gente corriendo y nadie le hacia caso. No había nada de que ocultarse y no podía ocultarse, notó que el caos era suyo y el tumulto estaba dentro de él. Sintió su propia tristeza. Pero al mismo tiempo sintió libertad.
Al sentir libertad comenzó a pensar que no todo era tan malo. Que su propia armadura era su cuerpo. Que aunque fuera frágil se podía sentir y tocar. Eso le gustó. Sintió cada músculo dentro de el. Su corazón y su respiración que aliviaba su interior como la lluvia calma un incendio. Sintió que estaba vivo. No sintió miedo. Comenzó ver su futuro.
«Esto no es tan malo» pensó. Y comenzó a explorar un mundo nuevo para él. Sentir su cuerpo. Sentirse vivo sin necesidad de ser alguien mas o imponer con gritos, con una armadura reluciente o con su espada. Se sintió uno más. A fin de cuentas no era tan diferente a otro ser humano. Pero al mismo tiempo reflexionó que todo lo que había vivido era único, que su cuerpo era único y lo que sentía sólo era de él. Por un momento sintió miedo, pero se dió cuenta de la libertad que esto implica.
Comenzó a bailar, a ver la belleza del mundo, del reflejo de la luz sobre una hermosa doncella que descansaba en el campo. Escuchó los pájaros y las cigarras. Sintió el viento en su cara, que no necesitaba ser diferente y sentirse fuerte para estar vivo.
Comenzó su transformación para darse cuenta que una simple niña con cara de muñeca fea le cambió la vida. Que vió su fragilidad reflejada. Se sintió vulnerable. Comenzó a vivir.
» Mi armadura la guardaré para utilizarla solo en caso de guerra» -pensó.
El caballero de la armadura se experimentó como un ser humano. Que está vivo, que quiere tocar, sentir a los demás y que lo sientan.
Respira aire fresco, vé hermosos paisajes y está en contacto con todos sus sentidos. Pasó de ser el centro de atención a ser invisible y no le pareció tan malo, porque ahora se puede ver él y lo consideró lo más importante.
El caballero de la armadura se convirtió en ser humano, mortal como cualquier otro. Lo único que cambió fué que se quiso dar cuenta de que se quería ver y sentir. Un momento hizo la diferencia. Ahora es feliz; aunque por momentos sienta miedo y quiera su armadura para usarla siempre; sabe que si se la pone de por vida se va a perder de todo lo bueno de su vida como todo lo que ha dejado pasar.
Se sabe ser humano. Se conoce. Es todo un guerrero, pero un guerrero que siente miedo. Que lucha con su miedo. Que vive con miedo. Que sabe que ese miedo lo acompaña pero que no nubla su posibilidad de sentir la felicidad, el amor y la tranquilidad en todo su cuerpo.
imagen: http://manifiestogris.blogspot.mx/2013/04/peleas-justas.html