EL DULCE TORMENTO DEL ANHELO

anhelo

Remontándome al pasado visualizo una infancia en donde he perdido el amor, mi dignidad y el amor por mí varias veces; y así sucesivamente hasta el día de hoy.

 Mi vida está llena de pérdidas. Pérdidas materiales, emocionales, afectivas y espirituales; pero muy especialmente pérdidas internas como seguridad y confianza. El día de hoy salgo de una crisis. Estoy viendo facetas de mí que me aterran y me entristecen. He estado inmerso en la valuación de los daños y no me he centrado en el autoconocimiento.

 Mi vida se basa en el amor. Algunos dirían que es especialmente interesante y sano basarlo en hacerlo todo en base al amor, pero yo baso mi felicidad en el amor romántico y se vuelve como una bruma espesa que no me deja ver mi horizonte.

Siempre he tenido la impresión de que estoy en un entrenamiento constante para conocer a la persona correcta que me haga sentir especial, interesante, deseado y único en el mundo. Creo que nunca llega y le pongo pretextos, defectos y rechazos a lo que tengo. Todo esto lo he basado en mi infancia y mi pasado. Como si tuviera un dulce tormento en la tragedia de mi vida. Me siento especial por haber sufrido tanto y haber salido adelante. La falta de comprensión de lo que he vivido por parte de mis seres queridos me ha causado mucho enojo e ira. Por esa razón el sentirme incomprendido y no escuchado me hace sentir intensamente iracundo. ¿Cómo no me comprenden, si yo he vivido lo peor y me he llevado los mayores golpes?

 Si soy honesto conmigo podría decir que si he sufrido mucho y sigo teniendo muchos golpes emocionales, afectivos, amorosos y materiales. Pero eso no es pretexto para no ver lo que estoy viviendo. Tiendo a centrarme en los errores del pasado y grabarlos en piedra para que no se olviden. Toda mi energía se gasta en evaluar, reflexionar, aprender, analizar y comprender mi pasado. No me puedo comprometer con mi presente. Con lo que siento aquí y ahora. Los errores del pasado se acumulan en mi mente para castigarme y reprocharme lo mal que lo he hecho.

 Me cuesta trabajo centrarme en mi presente. Como si no tuviera suficiente dolor en mi pasado para acumular más el día de hoy. La intensidad de sentimientos se desborda por momentos, por lo que he aprendido a bloquearlos para irme con precaución y aprender de ellos pero hoy me confunden por no sentirlos con la intensidad de siempre. Como si mi única luz fuera el sentir y al no tenerla camino en tinieblas por un túnel de varios senderos del que no sé cuál dirección tomar.

 Como escribió Truman Capote en el prefacio de Música para camaleones: “Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse”. Así estoy yo. Con el don de sentir, identificar en los demás y la capacidad de ayuda hacia los demás. Mi látigo el hacerlo compulsivamente hasta el grado de ver el mínimo detalle, desmenuzarlo, digerirlo y excretarlo para observarlo todo el tiempo poniéndolo en una vitrina de desechos como trofeo. Ese es mi látigo y me autoflagelo todo el tiempo con lo mismo. El exigirme la comprensión y la ayuda por los demás me evita vivir feliz.

 Puedo llegar a ser una persona demasiado exigente, amenazadora e intensa. Pero mi intensidad me hace amar con llamaradas intensas, entregarme sin límite y hacer de lo cotidiano una historia digna de película.

 Mis mayores miedos son el rechazo, el abandono y la incomprensión. Estoy lidiando en este momento con mis mayores miedos. Me desestabiliza y aterra el saber que esos miedos son fruto de una ira incontrolada por la exigencia hacia mí mismo de no ser lo suficientemente digno para ser amado. Necesito sentirme en un marco de amor, protección y seguridad para poderlo aceptar. Respetarme, darme lo que necesito y estar en un ambiente seguro es lo que me ayuda a poder enfrentar mis miedos.

 Tiendo a rechazar, alejar y abandonar para que no me lo hagan a mí. Completamente egocéntrico. Huyo del amor y de la felicidad porque me cuesta creer que soy una persona digna para sentir el amor. Por eso me vuelco en mi voracidad de dar para poder recibir lo que me «falta». Lo que recibo no es suficiente y quiero más. Como si fuera una necesidad de llenar las baterías completas para la posterior falta de energía. Nada es suficiente. Nunca es suficiente. No soy suficiente.

El dulce tormento del anhelo. Anhelo de ser mejor, de tener el amor perfecto, de ser perfecto para el amor, de ser capaz y de ser feliz. Todo en tiempos erróneos: pasado o futuro.

 Me han dado una gran lección durante estos días. El hablar con mi amigo Willardo me hizo reflexionar que estoy enojado con mi pasado y que no me estoy viendo, incluso cuando me justifiqué que si lo estaba viendo. Posteriormente me encuentro con un libro acerca de mi eneatipo que me golpea con fuerza para hacerme ver lo que expuse anteriormente. Me taladran sus palabras así como las de Pako.

 Me duele el acordarme de que no me doy cuenta de lo que tengo, de lo que no valoro, de lo que me alejo, de lo que rechazo, de lo que me enoja, pero especialmente de lo que dejo de hacer.

 Me quiero centrar en mi presente. Mi anhelo cambia por el presente para volverlo realidad. ¡Que ironía! La palabra anhelo me ha seguido durante un año. Me ha dado muchas cosas en todos los sentidos y hoy la valoro. Anhelo de sentirme amado en el presente, de ser capaz, de amar y de ser feliz. Lo quiero convertir en el día de hoy. No sé si lo lograré todos los días, pero tengo una melancolía por hacerlo.

 El dulce tormento del anhelo se convierte en una simple felicidad presente. Sin adornos. Dejando la ira por un lado para evaluarla de la manera adecuada. Viendo mi presente desaparece mi angustia y la ira disminuye.

 Ya no quiero tener miedo de no sentirme suficiente. Ya no quiero desear más, tengo que aprender a ser feliz con lo que tengo. Pedir lo que necesito desde el punto presente y no desde el deseo exigente de la perfección.

 Me abro a recibir lo que me entrega la vida. Ya he recibido demasiados golpes y no voy a permitir recibir más. No voy a permitir que me hagan daño, no voy a recoger migajas de amor del piso y me permitiré pedir lo que necesito en el momento justo. Voy a confiar en lo que sienten por mí y lo que siento yo por los demás. Me haré comprender. No voy a rechazarme ni rechazaré a los demás, ya que el éxito depende de mi forma de ver y de vivir, no del anhelo constante a lo que vendrá o lo que tuve.

 Dejaré el dulce tormento del anhelo. Hoy se convierte en presente y en realidad constante. Conciencia continua.

 Imagen: http://historiasdeunalmanonima.blogspot.mx/2010/10/anhelo.html

 

 

BESO BAJO LA LLUVIA

kiss

Me encantan las películas románticas donde todo aparece, parece y desaparece por arte de magia. Las típicas escenas de “slow motion” que te hacen vibrar o inclusive llorar me transportan a una fantasía que muchas veces no concuerda con la realidad. El gran maestro Robert K. Hall dice que el romanticismo es una enfermedad incurable y que puede llegar a ser una epidemia. Me apunto a estar enfermo.

Reflexiono de cómo he llevado mi vida y mis relaciones en base a la fantasía. Al creer que puedo ser de esa manera y ser correspondido de la misma forma me lleva a creer en ese amor romántico y no hay nada más peligroso que una esperanza con una expectativa de la mano.

En la vida real es muy diferente. Yo formé una fantasía para evitar el contacto con la realidad, con lo que tenía y con lo que estaba pasando. Hoy recapacito que no existe. Eso no quiere decir que no encuentre momentos muy románticos y hasta cursis; pero para llegar a ese momento se necesita sentirlo y no observarlo. Definitivamente mi enfermedad no tiene cura conocida, pero si tiene un paliativo que es ver la realidad tal cual es. No voy a cambiar a dejar de ser romántico, cursi y llorar en las películas con esa intensidad característica en mí pero si puedo observar lo que pasa en mi vida. Una película diferente con muchos momentos “slow motion” ya que puedo sentirlos en ciertos momentos. El gran problema es que tengo todavía la esperanza con una expectativa incluida.

Mi gran expectativa que me está destruyendo por dentro es que quiero que los demás sientan como yo, y que piensen en lo mismo. Una mezcla entre insano juicio y frustración premeditada. Mi amigo Willardo me dice que cuando tuviera pareja me daría cuenta que no es tan fácil. La gran realidad es que tener una pareja no es tarea fácil cuando de verdad te comprometes TU contigo mismo y con la otra persona. Ya que una relación de pareja habla mucho de compartir lo que tienes y por consiguiente ver que te falta.

En mi caso me falta aceptación, comprensión, dejar la expectativa de lado, evitar la imaginación, estar conmigo, confrontarme y evaluar lo que soy en base a la realidad. He estado metido en esa fantasía del amor romántico y por consiguiente en ser el príncipe que quiero en mi película con un pequeño detalle: el príncipe necesita tener un reino en el corazón. Mi reino tiene muchos súbditos, palacio, un asiento en el trono real al lado e incluso un camino amarillo que lleva desde cualquier parte del reino al corazón del palacio. Está lleno de escenas de cuento como bailar bajo la lluvia, cantar una canción juntos, una foto en el techo, sorpresas, decir cosas en silencio, pasión y detalles a diario.

Ese reino está construido en base a la expectativa. La realidad es que no existe. Hay un abismo entre la realidad y ese reino en el corazón del príncipe. Muchas cosas las he construido y me faltan algunas otras. El hecho es de que todo eso no sirve sin lo principal: Aceptación.

Aceptación de mí, de mis cualidades, capacidades, limitaciones, circunstancias y lo mas importante de todo: Aceptación de la realidad sin expectativas compartiendo lo que tengo.

El castillo del príncipe se derrumba para volverse a construir. Me doy cuenta que el castillo debe ser a base de aceptación, compromiso, comprensión, perdón, interés, atracción, complicidad, identificar necesidades, recordar, fluir y no esperar nada. Un castillo hecho a medida con los cimientos en el piso y no en el techo. Duele, cuesta y necesita trabajo para la construcción.

El reino se convierte en ciudad. El cielo rosa en azul y el camino amarillo en pavimento caliente. No hay trono ni escaleras largas para darse un beso en la mitad de ellas. Sólo existe lo que hay. La dura realidad contra el romanticismo. No quiere decir que no crea en el romanticismo, sino que cambia de escenario. Anclado en el piso  puedo ver que se necesita trabajo, comprensión y aceptación. Llevar las escenas románticas al sentimiento mutuo. La lluvia caerá del cielo y no sé si con el beso debajo, pero si me queda claro que caerá lluvia. Si pasa perfecto, sino pasa también. Todo depende de si el sentimiento se adecúa a la lluvia y no al revés. En una película que ví ayer decía “los milagros no existen, pero deja que pase”. Esa frase me aterrizó. Sólo deja que pase, no esperes el milagro; decía mi cabeza. Y sí pasa.

Al terminar la película un beso en el piso, un abrazo en medio de la canción de los créditos me enseñó que si pasa. Y en ese momento el romanticismo cambió de escenario. Simplemente dos personas, el lugar  X. La diferencia fué la percepción que tuve. Anclado a la realidad, sólo eso. Pasó. No sé si vuelva a sentir lo mismo, pero seguro se quedó grabado en el pavimento camino a la casa y no en el camino amarillo camino al castillo.

Quiero pensar que mi enfermedad está cambiando de giro, o que por lo menos ya no quiero creer en cuentos de hadas o películas cursis. Mejor cambio de escenarios y me dejo llevar por la complicidad y el sentimiento real de lo que pasa y no de lo que espero.

Hortera, cursi o romántico no es lo mismo que amor. El amor es en lo que se basa esa escena, en los pequeños detalles que la alimentan. En la construcción del castillo convertido en casa con cada detalle como ladrillo. Para construirlo se necesitan dos. Creí que mi castillo estaba listo, pero es una casa a medida de una pareja. Y con cada relación nueva es construir de nuevo.

El escenario depende. Las personas y el sentimiento cambia. Sólo estas TU viendo lo que puedes aportar, lo que construya la otra persona no depende de ti. Así que cuando pienses en construir un castillo asegúrate que el cimiento está en el piso y es nuevo. Construye el escenario, disfruta, adáptate a la realidad y abre bien los ojos para que cada escena en tu vida sea “slow motion” simplemente echando raíces que es un momento, un recuerdo y que también pasará; no se sabe si se repetirá pero seguramente, como todo en la vida, pasará para enseñarte algo. Aprende de ello y asegúrate que el príncipe o la princesa que eres está list@ para tener castillo a medida construido con aceptación y no con fantasía. Percibe lo que hay y no lo que quieres que haya. No desprecies ni rechaces lo que sientes pero no te bases en ello. Deja que la otra persona construya a su modo. Experimenta vivir con la intensidad de sentir basado en la realidad.

Imagen: http://3.bp.blogspot.com/-hWjDEK5eM4U/TZ6MzUWVWEI/AAAAAAAAAIM/PUcXrXYqpqs/s1600/chace-crawford-kissing-leighton-meester-wallpaper.jpg

AMAR CON CORAJE

El amor es una palabra muy bonita por definición y por práctica pero la realidad es que pocos sabemos amar. El amor no consiste en el romanticismo o la pasión, sentimientos completamente diferentes; y en la práctica los confundimos en automático.

El fin de semana pasada estuve en un taller con el maestro Robert K. Hall. Fue una experiencia enriquecedora y se podría decir que hasta mágica. Habló muchísimo del amor y me llamó la atención su forma de ver la vida: “El amor no es goce o placer, es sufrimiento”. Al escuchar esto vibré en confusión. Pero es verdad. El amor es estar dispuesto a sufrir lo que se tenga que pasar sin miedo, es ser vulnerable con el otro ser humano, dar sin esperar realmente nada, no juzgar, no controlar, no exigir.

La persona que está dispuesta a amar está dispuesta a sentir dolor sin miedo. Está expuesta a corazón abierto a cualquier tipo de situación, dando por completo lo que sea necesario para estar bien con el otro ser humano; es decir “la luz sólo puede entrar en un corazón roto”.

La misma confusión, que creo que están teniendo ustedes, la tuve yo. Pero me pongo a reflexionar: ¿Cuántas veces quiero que la otra persona quiera cosas que yo quiero que haga? ¿Pienso en cambiar las situaciones hacia mi mejor beneficio físico, emocional o mental? ¿Soy honesto para perder al miedo a ocultar “pequeñas cosas” para evitarme un problema? ¿Estoy dispuesto a amar aunque no sea correspondido como quiero?¿Quiero que se desarrollen en plenitud a su manera sin interferir en el proceso? Todo esto me lleva a sufrir de alguna manera, en contra de mis deseos, de mis pensamientos y de lo que estoy acostumbrado. Estar dispuesto a amar incondicionalmente. No existe otro, lo demás es cariño. Amor incondicional es lo más sublime que puede existir. Amar sin condiciones de ningún tipo, ya sea internas o externas.

El amor comienza en el interior de cada uno de nosotros. No podemos amar si no nos amamos a nosotros mismos. Qué frase tan trillada,¿ no creen? Pero me pregunto ¿Realmente me he llegado a amar o he sido complaciente conmigo mismo?

En mi caso he sido muy egoísta. He compartido, dado, regalado, sentido, pensado y hasta actuado en consecuencia del amor de otros. El amor romántico, pasional, tierno o inclusive sobrellevadero que me han enseñado. No he estado dispuesto a sufrir por amar. No he sentido compasión real y duradera por mí mismo, una esperanza constante, un vacío llenado conmigo mismo, una sublimación de mi ser con el simple hecho de estar dispuesto a.

El amarse a uno mismo consiste en conocerse, volverse vulnerable, no tener miedo, aceptarse, no tener apegos, ver la vida como espectador y no como director, sentir con intensidad, llorar y reír al mismo tiempo por dentro, sentir paz, sentir plenitud, no juzgar o criticar, no planear sentimientos ni pensamientos, sentir en vez de pensar, no pensar en mis intereses si van en contra del universo, desprenderse de todo lo aprendido. Destruir para construir.

Cualquier persona es capaz de llegar a amar con condiciones. Pero pocos están dispuestos a confrontarse a sí mismos para poder sentir verdadero amor incondicional. Es más fácil ganar una guerra ante un ejército que perder una batalla hacia mí mismo para tener conciencia.

Amar con conciencia es la plenitud, la paz, la realización. Amar es estar dispuesto a confrontar, a destruir, a romper, a gritar, a llorar, a sentir, a no pensar. Amar es vibrar, sentir el calor interno que nos lleva a perderse en uno mismo.

La conclusión en mí: Me falta mucho para amar pero estoy en mi camino aunque sea largo, porque para amar como nos lo han enseñado es muy fácil. Pero para amar incondicionalmente se necesita mucho coraje. El coraje de ser destruidos para construir, pero empezando por destruirme y sentirme vacío por dentro para poderlo llenar con los sentimientos positivos y negativos en equilibrio. El verdadero coraje de sufrir amando…

Foto:http://eldesvandelpoeta.ning.com/group/olas-de-amor/forum/topics/el-amor-incondicional?xg_source=activity